domingo, 31 de octubre de 2010

De polvos, emociones y culpas

Emocionado desperté, sabía y tenía la certeza que iba a ser un encuentro distinto. era una típica mañana de enero, que desde temprana hora había iniciado para mi.

El teléfono repico su timbre, para anunciar la partida, el Sol no se asomaba con sus rayos aún, y nosotros abordamos un bus vacío y obscuro que lo iluminábamos con pequeñas llamaradas. De desayuno: panes, un jugo que simulaba naturaleza y el infaltable cigarro, como mesa: el bolsón con unos cuantos papeles arrugados y un cuaderno por si acaso debía anotar algo, de servilleta la manga del suéter.

Un amanecer naranja bañaba las calles, habíamos descendido y como primer movimiento el reabastecernos de más tabaco y de nuevo abordar un bus, este más poblado e iluminado; 6:30 marcaba el reloj. Me separe de mi compañero, para llegar a mi destino. Recorrí calles que no debía y di pasos de más, quizá por la misma emoción con la que había despertado, por nombrar a este sentir, diré que sabía que iba a tener un "encuentro de contrabando".

Al fin llegue, ella aguardaba con una toalla que coronaba su cabeza; un beso, un abrazo y un que bueno que veniste fueron la bienvenida. ¿Queres jugo?, me preguntó; accedí y en la cocina empezó el coqueteo, ella tenía la piel fresca y el cabello húmedo; de la cocina al sofá y del sofá al cuarto. Me dejé seducir sin oponer resistencia, me sentía cegado mientras podía observar. Caricias, un poco bruscas y por instinto alguna mordida.

De a poco la ropa se extinguió, y lo único que abrigaba a los desnudos cuerpos de la fría mañana de enero, era el calor tan jovial y apresurado. Emoción, dolor, inseguridad, placer y amor... quizá. Fue solo momento muy corto, lo justo, incompleto pero justo. Nos volvimos a vestir, ella evitando que la viera, hizó que volteara hacía la pared, pero espié; su espalda, su torso y un pecho al aire fue lo que logre a ver.

Me sentía molesto, no quería que ni me tocará, ella estaba dulce, tierna, como nunca lo había sido conmigo y como nunca lo fue. Un beso fue la despedida. Mi cuerpo se resentía y mi conciencia me disparaba sentimientos de culpa a quemarropa. Mi compañero de viaje y yo nos reencontramos, le conté desesperadamente lo sucedido, me dio tranquilidad el hablarle, de echo, solo el lo supo.

Con una sonrisa extendió un cigarro ya encendido; caminamos, escupí humo un par de veces, me serené. Habló: Fue tu primera vez, ¿verdad? Tranquilo, disfrutalo... yo sentí lo mismo que vos.

2 comentarios:

  1. aaaaaaw...ke lindo vos..
    pero ke nervios jajaja.. :S..

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  2. Las piernas temblaban y la aspiración del humo de ese ultimo cigarro fue intensa.... Me gusta el relato mano

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