sábado, 19 de febrero de 2011

Solitarias fantasías de compañías ajenas

Cada encuentro era lo mismo: Un cortejo, besos, desnudez en los cuerpos, una ducha, el pago por el rato y de nuevo a la calle a la espera de un nuevo ciclo de ficticio amor.

En su "buen vivir" probó, toco, vio y acompaño a muchos cuerpos; unos esbeltos y bellos que podrían salir en cualquier revista, otros quizá un poco más redondeados y tal vez no tan "apetecibles" (sinceramente, siendo la persona que era, sabía que era cuestión de gustos). Con muchos tenía la idea de haber dado y recibido placer, de haber creado una conexión con la otra persona, pero el dinero hacía que todo fuera plástico y momentáneo, se percato que solo era una máquinita de cumplir fantasías, que jamás había sido buscado por quien era y tampoco nadie le había preguntado si tenía alguna fantasía por cumplir, y aunque no la tenía hubiese querido que le hicieran esa interrogante. Esto le parecía decepcionante, para cualquier persona lo sería.

Un día cualquiera, antes de ir a la calle de siempre, se desnudo en compañía de la soledad y caminaron hacía la ducha; abrió la llave y como de costumbre vio hacia el techo y cerro los ojos, siempre era a ciegas el baño. Sintió la necesidad de examinar su entorno y vio su cuerpo, lo examinó. Pensó si existía alguna fantasía por cumplir y al pasar su mano llena de jabón por su cuerpo, lo deseo; quiso probarse y besarse, hacerse a sí mismo lo que le hacía a cualquier extraño. Vio de nuevo su cuerpo, vio su pene y se cuestionó a que sabor tendría su cuerpo.